Hordas de vigilantes

Publicado en Z, julio-agosto de 1998.

 

El art�culo "El arma decisiva" fue a la imprenta pocas semanas antes de la fecha prevista, abril de 1998, para que firmaran el AMI los pa�ses de la OCDE. En aquel momento estaba bastante claro que no se alcanzar�a el acuerdo, y as� fue: un importante acontecimiento, que merece la pena tener muy en cuenta como lecci�n de lo que puede lograrse mediante el �arma decisiva� que es la organizaci�n popular y el activismo, incluso en circunstancias sumamente poco propicias.

En parte, el fracaso fue consecuencia de disputas internas: por ejemplo, las objeciones europeas al sistema federal estadounidense y al �mbito extraterritorial de las leyes estadounidenses, la preocupaci�n por mantener alg�n grado de autonom�a cultural, etc. Pero surgi� en el horizonte un problema mucho m�s significativo: la masiva oposici�n popular en todas partes del mundo. Iba poni�ndose cada vez m�s dif�cil garantizar que las reglas del orden global podr�an seguir siendo �escritas por los abogados y hombres de negocios que planean beneficiarse� y �por gobiernos que asesoran y orientan a estos [mismos] abogados y hombres de negocios�, mientras que �lo que invariablemente se echa a faltar es la voz del pueblo�, seg�n la precisa descripci�n que hace el Chicago Tribune de las negociaciones sobre el AMI, as� como de los trabajos en marcha para �redactar las reglas� de �la actividad global� en otros dominios y sin interferencias del p�blico. En suma, se estaba volviendo m�s dif�cil restringir el conocimiento y la participaci�n a los sectores que la administraci�n Clinton, con una claridad no pretendida y ajena a sus costumbres, identificaba como sus �electorados nacionales�.' el U. S. Council for International Business, que �promueve todos los intereses norteamericanos tanto en el interior como en el extranjero�, y las concentraciones de poder privado en general; pero no era dif�cil, lo que es crucial, con el Congreso (que no hab�a sido informado, violando los requisitos constitucionales) ni con el p�blico en general, acallado por �el velo secreto� que se hab�a mantenido, con impresionante disciplina, durante tres a�os de intensas negociaciones.(1) 

El problema hab�a sido se�alado por el Economist de Londres al irse acercando la fecha fijada. La informaci�n se filtraba gracias a los grupos interesados por las cuestiones p�blicas y las organizaciones de base, y se estaba poniendo m�s arduo ignorar a quienes �quieren que se consignen por escrito esctrictas normas sobre c�mo los inversores extranjeros tratar�n a los trabajadores y proteger�n el medio ambiente�, temas que �apenas comparecieron� mientras las deliberaciones quedaban restringidas a los �electorados nacionales� de los estados democr�ticos.(2)

Como se esperaba, los pa�ses de la OCDE no llegaron a un acuerdo el 27 de abril de 1998 y pasamos a la fase siguiente. Una de las consecuencias m�s �tiles fue que la prensa nacional se apart� de su (casi absoluto) silencio, En las p�ginas econ�micas del New York Times, el corresponsal para asuntos econ�micos, Louis Uchitelle, inform� de que la fecha fijada para firmar el AMI se hab�a retrasado seis meses debido a la presi�n popular. Por regla general, los tratados sobre comercio e inversiones �merecen poca atenci�n del p�blico� (�por qu�?); y si bien �no est�n excluidos la mano de obra ni el medio ambiente�, explicaba el director de comercio internacional de la Asociaci�n Nacional de Manufactureros, �no ocupan un lugar central� en las preocupaciones de los diplom�ticos encargados de negocios ni en las de la Organizaci�n Mundial del Comercio. Pero �estos intrusos est�n clamando para conseguir que se oiga su opini�n en las negociaciones de un tratado que va a llamarse Acuerdo Multilateral sobre Inversiones�, comentaba Uchitelle (con pretendida iron�a, presumo yo), y el clamor fue suficiente para imponer la dilaci�n.

La administraci�n Clinton, al �reconocer la presi�n�, se esforz� por presentar el asunto a la luz adecuada. Su representante en las negociaciones del AMI dijo: �Hay un fuerte apoyo a favor de las cl�usulas del tratado que har�an avanzar los objetivos ecol�gicos del pa�s y nuestro programa sobre normativa internacional del trabajo�. De manera que los clamores de los intrusos est�n empujando para abrir una puerta que est� abierta: Washington ha sido el m�s apasionado abogado de su causa y deben sentirse reconfortados al descubrirlo. El Washington Post tambi�n inform� de la dilaci�n, en la secci�n econ�mica, acusando fundamentalmente a la �intelectualidad francesa� que �hizo suya la idea� de que las normas del AMI �planteaban una amenaza para la cultura francesa�, a lo que se hab�an sumado tambi�n los canadienses. � Y la administraci�n Clinton demostr� poco inter�s por defender el acuerdo, dada sobre todo la ferviente oposici�n de muchos de los propios grupos ecologistas y obreros norteamericanos que lucharon contra [el TLC]�, y que como sea no han logrado comprender que su batalla est� mal orientada, puesto que la administraci�n Clinton ha insistido en todo momento en los �objetivos ecol�gicos� y en la �normativa internacional del trabajo�; lo cual no es una falseclad flagrante, puesto que los objetivos y las normas quedan en una conveniente vaguedad.(3)

Decir que los trabajadores �lucharon contra el TLC� es una forma muy especial de presentar el hecho de que el movimiento obrero reclama una versi�n del TLC que sirva a los intereses de los habitantes de los tres pa�ses implicados, no s�lo a los de los inversores, y que sus detalladas cr�ticas y propuestas estuvieron vetadas en los medios de informaci�n (lo mismo que similares an�lisis y propuestas de la Oficina de Evaluaci�n Tecnol�gica del Congreso).

El Time inform� de que no se hab�a cumplido el plazo �a causa, en gran medida, del tipo de activismo desplegado en San Jos�, California, refiri�ndose a una manifestaci�n de ecologistas y otros grupos. �La acusaci�n de que el AMI destripar�a la protecci�n nacional del medio ambiente ha convertido un acuerclo t�cnico sobre econom�a en una cause c�lebre.� Los comentarios fueron difundidos por la prensa canadiense, la �nica del mundo occidental que empez� a cubrir el tema en serio (bajo la intensa presi�n de las organizaciones populares y los activistas) clespu�s de tan s�lo dos a�os de silencio. El Toronto Globe and Mail observaba que los estados de la OCDE �no eran dignos rivales ... de una banda mundial de organizaciones de base que, con poco m�s que ordenadores y acceso a Internet, colaboraron a hacer descarrilar un pacto�.(4)

El mismo tema fue pregonado con un dejo de desesperanza, si es que no de terror, por el Financial Times de Londres, un peri�dico econ�mico de primera importancial mundial. En un art�culo titulado �Guerrillas en la Red�, informaba de que �el miedo y la estupefacci�n hab�an hecho presa en los gobiernos de los pa�ses industrializados� cuando, �para su consternaci�n�, sus esfuerzos para imponer el AMI en secreto �hab�an ca�do en la emboscada tendida por una horda de vigilantes cuyos motivos y m�todos s�lo muy oscuramente se comprenden en la mayor parte de las capitales de las naciones�; lo cual es bastante natural: �stos no forman parte de los �electorados nacionales�, luego �c�mo podr�a esperarse que los gobiernos los comprendieran? �Esta semana, la horda se apunt� su primera victoria� al bloquear el acuerdo sobre el AMI, prosegu�a el peri�dico, �y algunos creen que esto puede alterar fundamentalmente el sistema con que se est�n negociando los acuerdos eco n�m icos internacionales�.

Las hordas tienen un aspecto terror�fico: �incluyen a los sindicatos, los grupos de presi�n ecologistas y defensores de los derechos humanos y los grupos que se oponen a la globalizaci�n�; se trata de la globalizaci�n en la concreta forma que la exigen los �electorados nacionales�. La horda alborotadora arroll� las indefensas estructuras de poder de las ricas sociedades industriales. Est� encabezada por unos �movimientos marginales que abrazan actitudes extremistas� y tienen �buena organizaci�n y abundantes fondos�, lo que les permite �ejercer mucha influencia en los medios de comunicaci�n y en los miembros de los parlamentos nacionales�. En Estados Unidos, la �mucha influencia� en los medios fue en realidad cero, y en Gran Breta�a, donde apenas hay diferencias, alcanz� tales alturas que el ministro de Interior del gobierno laborista, Jack Straw, admiti� en la BBC que nunca hab�a o�do hablar del AMI. Pero ha de entenderse que incluso la menor brecha en el conformismo constituye un terrible peligro.

El peri�dico prosegu�a recomendando que ser�a necesario �solicitar el apoyo del mundo de las finanzas� para hacer retroceder las hordas. Hasta ahora, el mundo de las finanzas no ha reconocido la gravedad de la amenaza. Que en verdad es grave. Los �encargados de negocios con experiencia� advierten que, �con las crecientes exigencias de mayor transparencia y responsabilidad p�blica�, se est� poniendo �m�s dif�cil para los negociadores hacer los pactos a puerta cerrada y pasarlos a los parlamentos para que les estampen el sello�. �En lugar de esto, se enfrentan a presiones para que consigan una mayor legitimidad popular de sus acciones mediante su exposici�n y defensa en p�blico�, tarea nada f�cil cuando las hordas se interesan por la �seguridad econ�mica y social� y cuando el impacto de los acuerdos comerciales �en la vida de la gente normal ... corre el riesgo de provocar resentimiento popular� y �sensibilizaci�n sobre cuestiones como las ambientales y la salubridad de los alimentos�. Incluso podr�a resultar imposible �resistirse a las demandas de participaci�n directa de los grupos de presi�n en las decisiones de la OMC, lo que violar�a uno de los principios fundamentales del organismo�. �Este es el lugar donde los gobiernos conspiran en privado contra los grupos de presi�n nacionales�, dice un antiguo alto cargo de la OMC. Si se abre brecha en las murallas, la OMC y similares organizaciones secretas de los ricos y poc1erosos podr�an convertirse en �un feliz coto de caza para los intereses particulares�: los de los obreros, los de los campesinos, los cfe las personas que se preocupan por la seguridad econ�mica y social, por la salubridad de los alimentos y por el destino de las generaciones futuras, m�s los de otros elementos extremistas marginales que no entienden que los recursos se utilizan con eficacia cuando favorecen los intereses a corto plazo del poder privado, al amparo de los gobiernos que �conspiran en privado� para proteger y ampliar sus poderes.(5)

Es superfluo a�adir que los intereses y los grupos de presi�n que est�n provocando tal temor y consternaci�n no son el U. S. Council tar International Business ni los �abogados y hombres de negocios� que est�n �escribiendo las normas del orden global�, ni nada parecido, sino la �voz del pueblo� que �invariablemente falta�.

La �conspiraci�n en privado� va mucho m�s alla de los acuerdos comerciales, por supuesto. La responsabilidad que recae sobre el p�blico de asumir costes y riesgos es, o deber�a ser, bien conocida por los observadores de lo que sus ac�litos gustan de llamar la �econom�a capitalista de libre empresa�. En el mismo art�culo, Uchitelle informa de que Caterpillar, que hace poco se apoy� en su capacidad productiva en el extranjero para romper una huelga importante, ha trasladado el 25 por 100 de la producci�n al extranjero y se propone, para el a�o 2010, aumentar en un 50 por 100 las ventas procedentes del extranjero, con ayuda de los contribuyentes norteamericanos. �El ExportImport Bank desempe�a un papel importante en la estrategia [de Caterpillar]�, con sus �cr�ditos a bajo inter�s� que facilitan la operaci�n. Los cr�ditos del ExIm ya concedidos se acercan al 2 por 100 de los 19.000 millones de d�lares que tiene Caterpillar de ingresos anuales y se elevar�n para los nuevos planes proyectados en China. Este es el procedimiento con el que se opera habitualmente: las empresas multinacionales cuentan de un modo muy peculiar con el estado de origen para obtener ciertos servicios cruciales.(6) �En los mercados verdaderamente duros, con grandes riesgos y grandes oportunidacles�, explica un ejecutivo de Caterpillar, �es necesario contar con alguien en la retaguardia�, y los gobiernos � en especial los poderosos � �siempre tendr�n mayor influencia� que los bancos y mejor disposici�n para ofrecer pr�stamos a bajo inter�s, gracias a la generosidad del inadvertido contribuyente.

La direcci�n ha de permanecer en Estados Unidos, de modo que las personas que cuentan estar�n cerca del protector que hay en la retaguardia y disfrutar�n del debido estilo de vida, en un paisaje no menos digno: las chabolas de la mano de obra extranjera no les arruinar�n el panorama. Aparte de los beneficios, la operaci�n proporciona un arma muy �til contra los trabajadores que se atrevan a levantar la cabeza (como ejemplifica la reciente huelga), lo que pagar�n con la p�rdida de sus puestos de trabajo y costeando las mejoradas armas de la guerra de clases. Lo que es m�s, todo esto mejora la salud de la �econom�a de cuento de hadas�, que se basa en la �mayor inseguridad de los trabajadores�, como explican los especialistas.

En el conflicto acerca del AMI, no cabe mayor rigor en el trazado de los alineamientos. Por un lado est�n las democracias industriales y sus �electorados nacionales�. Por otro, las �hordas de vigilantes�, los �intereses particulares� y los �extremistas marginales�, que reclaman transparencia y control p�blico, y se muestran descontentos cuando los parlamentos se limitan a estampar el sello sobre los tratos cerrados en secreto por la conjunci�n del poder privado y el estatal. Las hordas estaban plantando cara a la mayor concentraci�n de poder del mundo, y podr�a sostenerse que de la historia universal: los estados de los pa�ses ricos y poderosos, las instituciones financieras internacionales y los sectores financieros y empresariales agrupados, adem�s de las grandes corporaciones de los medios de comunicaci�n. Los elementos populares ganaron, pese a lo min�sculo de los recursos y la peque�ez de la organizaci�n, tan limitados que s�lo la paranoia de quienes demandan el poder absoluto pod�a percibir el resultado en los t�rminos que acabamos de exponer. Se trata de un logro fuera de lo com�n.

No fue esta la �nica victoria en aquellos mismos meses. Se consigui� otra en el oto�o de 1997, cuando se oblig� a la administraci�n a retirar la propuesta legislativa de la V�a R�pida. Recu�rdese que lo que estaba en cuesti�n no era la �libertad de comercio�, como suele afirmarse, sino la democracia: la �mayor transparencia y control de responsabilidades� que exigen las hordas. La administraci�n Clinton hab�a argumentado, correctamente, que no ped�a nada nuevo: exactamente la misma autoridad de que hab�an disfrutado sus antecesoras para concertar �pactos a puerta cerrada� que luego pasaban por el tr�mite parlamentario de �estampar el sello�. Pero los tiempos cambian. Como reconoc�a la prensa econ�mica cuando la opini�n desafi� la V�a R�pida, los contrar�as al antiguo r�gimen ten�an un �arma decisiva�, la mayor parte de la poblaci�n, que ya no estaba satisfecha con hacer el papel de espectador mientras los �buenos� hacen la parte importante de la faena. Los lamentos de la prensa econ�mica repiten los de los internacionalistas liberales de la Comisi�n Trilateral hace veinticinco a�os, que se quejaban del empe�o de los �intereses particulares� por organizarse y entrar en la arena pol�tica. Sus plebeyas payasadas perturbaban los arreglos civilizados que hab�an prevalecido antes de que estallara la �crisis de la democracia�, cuando �Truman hab�a podido gobernar el pa�s con la cooperaci�n de un n�mero relativamente peque�o de banqueros y abogados de Wall Street�, seg�n explicaba el harvardiano Samuel H untington, que pronto ser�a catedr�tico de la ciencia de gobernar. Y ahora se est�n colando en recintos a�n m�s sagrados.

Estas tendencias son importantes. Los poderes de la OCDE y sus electorados nacionales no van a aceptar la derrota, por supuesto. Pondr�n en juego relaciones p�blicas m�s eficaces para explicar a las hordas que har�an mejor en dedicarse a sus objetivos particulares mientras los negocios del mundo se conciertan en secreto, y buscar�n la forma para poner en pie el AMI, dentro de la OCDE o en otro marco.(7)Ya se est�n haciendo esfuerzos para modificar la carta del FMI y condicionar los cr�ditos a disposiciones del estilo de las del AMI, para a continuaci�n exigir el cumplimiento de las normas a los d�biles, en �ltimo t�rmino a los otros. Los verdaderamente poderosos se atendr�n a sus propias normas, como cuando la administraci�n Clinton interrumpi� sus apasionadas peticiones de libre comercio para plantificar tarifas prohibitivas a los superordenadores japoneses que estaban compitiendo con los fabricantes norteamericanos (llamados �privados�, pese a su inmensa dependencia de la protecci�n y las subvenciones p�blicas).(8)

Aunque es seguro que el poder y los privilegios no cesar�n, las victorias populares han de ser no obstante alentadoras. Ense�an lecciones sobre lo que puede conseguirse incluso cuando las fuerzas enfrentadas est�n tan crasamente desequilibradas como en el enfrentamiento sobre el AMI. Cierto que estas victorias son defensivas. Impiden, o por lo menos retrasan, los pasos para socavar a�n m�s la democracia y para transferir a�n m�s poder a manos de las tiran�as privadas, que van r�pidamente concentr�ndose y persiguen administrar los mercados y constituir un �senado virtual�, capaz por muchos sistemas de bloquear el empe�o popular por poner los procedimientos democr�ticos al servicio del inter�s p�blico: mediante la amenaza de las fugas de capitales, mediante los traslados de la producci�n, mediante el control cle los medios de comunicaci�n y por otros sistemas. Hay que prestar suma atenci�n al temor y la desesperaci�n de los poderosos. Ellos entienden muy bien el alcance potencial del �arma decisiva� y s�lo esperan que quienes persiguen un mundo m�s libre y m�s justo no alcancen la misma comprensi�n y le den un uso eficaz.

 


Notas

1. R. C. Longworth, �Global Markets Become a Private Business: Experts Begin Setting the Rules Away from Public View�, Chicago TribuneDenver Post,7 de mayo de 1998.

2. Economist, 21 de marzo de 1998.

3. Louis Uchitelle, NYT, 30 de abril de 1998; Arma Swardson, Washington Pr�st, art�culo fechado el 29 de abril de 1998.

4. Time, 27 de abril de 1998; GdcM, 29 de abril de 1998; ambos citados en Weekly News Update, Nicaragua Solidarity Network, 339 Lafayette St., Nueva York, NY 10012.

5. Guy de Jonquieres, �Network Guerrillas�, Financial Times (Londres), 30 de abril de 1998. Jack Straw, citado en David Smith �The Whole World in Their lands�, Sunday Times (Londres), 17 de mayo de 1998. La investigaci�n del banco de datos de los medios de informaci�n brit�nicos realizada por Simon Finch no encontr� pr�cticamente art�culos sobre el AMI anteriores a 1998.

6. Para datos en abundancia, v�ase Winfried Ruigrock y Rob van Tulder, The Logic of International Restructuring, Routledge, 1995.

7. Datos puestos al d�a se encuentran en Public Citizen�s Global Trade Watch, 215 Pennsylvania Ave. SE, Washington, D.C. 20003; http://www.citizen.org/pctrade/tradehome.html

8. Bob Davis, �In Effect, ITC�s Steep Tariffs on Japan Protect U.S. Makers of Supercomputers�, Wall Street Journal, 29 de septiembre de 1997.

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